Año Nuevo, vajilla nueva.

Prudencia, tenía una amiga de la infancia que sólo se comunicaba con ella, cuando quería presumirle algo.  El teléfono sonó al iniciar la semana y con las mismas disculpas de siempre la amiga de Prudencia comenzó a decirle:

– ¡Prudis, que gusto! Soy yo, tu amiga de la infancia. He pensado en tí todo este tiempo, pero no había tenido la oportunidad de llamarte. Uno de mis propósitos, para este nuevo año, es mantener contacto con mis amigas; y para comenzar, he organizado una cena de ex-compañeras de la universidad en mi casa y me gustaría que tú también vinieras, pues todas preguntan por tí.

A Prudencia no le quedó de otra, que aceptar la invitación.

Mientras se preparaba un té para bajar el coraje y aplacar la piedra en el hígado, se preguntaba qué cosa nueva sería la que habría adquirido ahora. ¿Sería una sala nueva? ¿tal vez el comedor?¿cambiaría la alfombra?

– ¡Es un carro nuevo!- Le sugirió su esposo, cruzando la pierna y acomodandose los lentes.

-¿Cómo crees?- Le respondió, muy segura- ¡Si fuera un carro, ya hubiera venido!

El día de la cena, Prudencia llegó unos cuantos minutos antes de la hora indicada.  Al entrar a la casa, la amiga de la infancia la recibió amablemente con la frase de cortesía acostumbrada,

– ¡No has cambiado nada…estás igualita!- Luego le dijo,

-La cena esta lista; como eres la primera en llegar, ¿Podrías ayudarme a llevar algunos platos a la mesa?

– ¡Claro!- Le contestó Prudencia con una sonrisa y la boca amarga.

Ambas entraron a la cocina y sin perder más tiempo le presumió,

-¿No habías visto mi cocina nueva, verdad? Tiene tantos gabinetes, que se me olvida dónde guardo los platos…¡Me confundo!…¡Ah! Pero tuvimos un inconveniente, pues con el fin de que se pudiera ensamblar mejor, agrandamos la cocina dos metros más e instalamos una puerta nueva que por cierto también nos costó muy cara. Aprovechando, le dije a mi esposo que deberíamos cambiar la ventana, por una más grande; eso me obligó a comprar las cortinas y las persianas exactas para que regulen la luz adecuada…

Cuando terminó de dar el reporte de todos los gastos por remodelación que tuvieron que hacerse y haciendo caso omiso a la regla número uno, del Manual de La Perfecta Presumida, que dice:

«Si lo que quieres es sólo presumir, no preguntes que te parece»; le preguntó,

– ¿Qué te parece, Prudis?

Con mucho tacto y abriendo los gabinetes de par en par, le contestó,

-Lo que importa, querida, no son las alacenas, ni la cocina en sí; sino lo que hay dentro de ellas; y por lo que veo, tu cocina, alegra la vista; pero estos platos…¡desgarran el alma!- Y tomando un platón ondo agrietado, se lo mostraba con una media sonrisa y guiñándole un ojo.

Y es que, en realidad ,la amiga de la infancia parecía tener mucha tolerancia al desorden y no ser tan sensible a las cosas visuales. Es decir, tenía un reguero infernal en los gabinetes: Platos de diferentes tamaños peleandose por un espacio y tazas colocadas de tal forma que con sólo rozarlas, se provocaría un efecto dominó con un fin insospechado. Prudencia,  le sugirió colocar un letrero de advertencia para quienes se atrevieran a abrir esas puertas; pues mantequilleras, azucareras, jarras, charolas, platones, moldes y refractarios; todo revuelto, podrian dar tremendos sustos a incautos curiosos con un desenlace fatal.

Prudis, siguió comentando humildemente que la cocina, de nueva…no tenía nada; Pues a medida que iba abriendo los gabinetes le demostraba, con ejemplos, que el resto de los utensilios de cocina parecían haber sido partícipes de mil guerras revolucionarias: Vasos de plástico quemados, ollas abolladas, sartenes cochambrientos y sin mango; cucharas soperas descarapeladas, cuchillos sin filo, tazas antidiluvianas,un comal torcido; jarras de cristal ralladas, un abrelatas oxidado, un pocillo despostillado,cazuelas humeadas; una cafetera sin tapa y un par de coladores rotos.

Durante la inspección también le hizo saber, que no sólo era descuidada y desordenada, sino además una sentimental; ya que las flamantes alacenas guardaban en su interior centenares de recuerditos de bodas y quinceaños; vasos con diseños de graduaciones de gente desconocida; bebés de roscas de reyes de hace diez años; tres servilletas «Feliz Año Nuevo 1982»; las velitas del pastel de cumpleaños de cada uno de sus hijos; unos palillos chinos y destapadores, productos de los viajes del tío Pancho; la primer cuchara, el platito y los chupones que usaron sus hijos cuando eran bebés; la taza sin asa de la abuelita Clotilde; la batidora carísima, pero descompuesta; docenas de envases de plástico: «por si se llegaran a ocupar»; los primeros dientes de leche de su sobrinito adolescente; los vasos de plástico de la película Tiburón II, y la charolita del avión del viaje a Disney.

La razón que decía tener para no deshacerse de tanto cochinero, era que pensaba que si lo tiraba a la basura, provocaría que esos eventos felices, se borraran de su mente.

Después de sortear algunos peligros, y como si fuera la novia de Indiana Jones,Prudis logró encontrar la antes mencionada vajilla que parecía haber sido rescatada después de miles y miles de años de una zona arqueológica:  Estaba incompleta,remendada y con vestigios de pintura que informaban que alguna vez hubo algún diseño en esos platos.  Ante la falta de memoria Prudencia le aconsejó se aplicara a esos restos la prueba del carbono 14  y así poder saber la fecha exacta en la que se adquirió.  Amorosamente, no tardó en hacerle saber que a pesar de que se había esmerado en cocinar deliciosos manjares; el usar esa vajilla provocaría náuseas y arruinaría la presentación de la cena dando como resultado comentarios no deseados.

Con voz temblorosa, la amiga de la infancia hizo mención de una vajilla- recuerdo de su boda- la cual tenía guardada en la vitrina del comedor por más de veinticinco años; y que nunca se había atrevido a usar por temor a que se rompiera.

Ambas, se encaminaron decididas a profanar la vitrina que estaba más sellada y con más utensilios que la tumba de Tutankamón. Cubriéndose con una mano nariz y boca para evitar posible contaminación por endoesporas, bacterias, o cualquier otro gas infeccioso que pudiera emanar, comenzaron a forcejear por unos segundos, hasta que las puertas lograron abrirse rescatando la antigua y valiosa vajilla, que se encontraba cubierta con varias capas de polvo que impedían admirarla.  Confiando en que la tubería no se tapara, le dieron una mega lavadita descubriendo ante sus ojos una hermosa vajilla de porcelana inglesa; con diseños de rositas delicadas y parejas de enamorados con bordes realzados.  Prudis, entonces le ayudó a poner la mesa añadiéndole un toque fino con unas velas color «rosa pálido con el tiempo», que arrancó de unos arreglos de quinceaños, quién sabe de quién.

De esta manera, Prudencia, demostró su amistad sincera una vez más y la amiga de la infancia, aprendió la lección prometiendo renovar la cocina al día siguiente.  Minutos después, las ex-compañeras llegaron y la cena fué un éxito.  La remodelación de la cocina fué elogiada, pero no más que la buena comida, en la vajilla nueva.

El uso de la vajilla data de tiempos inmemoriables y se define como el conjunto de utensilios creados para servir, trasladar y permitir ingerir los alimentos adecuadamente.

En Exodo 25:23-28, Dios manda a hacer algunos utensilios a Moisés: Platos, cucharas, bandejas, jarras y tazones; todo de oro puro y para uso exclusivo del tabernáculo.

Los detalles que se describen en el pasaje nos dejan ver que Dios fue sumamente cuidadoso al dar las instrucciones acerca del uso de los utensilios. Las jarras y los tazones servirían para verter las ofrendas, mientras que los platos y sus bandejas deberían ser usados para servir los «Panes de la Proposición», frase también traducida como los panes «De la Presencia» o «Del Rostro».

Debían ser  doce panes que representaran a las doce tribus de Israel. Elaborados de harina sin leudar y cubiertos con incienso, permanecerian siempre en la mesa, colocados en dos grupos de seis. Los sacerdotes ofrecían primero a Dios el pan por seis días y lo comían hasta el séptimo día, reemplazándolo por pan fresco.  La presencia continua de los panes representaba la provisión y cuidado de Dios.

En el Nuevo Testamento, la mesa de los panes representa a Cristo, el Pan de Vida.  Después de su resurrección, la escritura nos muestra que Jesús, no permite ser tocado por María; antes debía presentarse ante su Padre; ofrecido en sacrificio primeramente para Dios y luego para nosotros prometiéndonos estar siempre y hasta el fin del mundo ( Mateo 28:20).

Hoy, nosotros podemos ser esos platos y charolas de oro que Dios necesita, para que Cristo sea servido, trasladado y presentado, con el fin de  mostrar las riquezas de su gloria.

Tristemente, algunas personas todavía se encuentran atrapados en la vitrina de la mundanalidad; cubiertos de capas de pecado que impiden ver los bellos diseños que Dios quiso plasmar en ellos. Jesucristo tiene el poder de rescatarnos y lavarnos con su sangre preciosa, de modo que seamos agradables delante de su Padre.

Cuando permitimos que su Santo Espíritu nos guie y use, descubrimos la razón para la cual fuimos creados y nuestra vida se torna útil.  La responsabilidad que tenemos es consagrarnos a su servicio para que el Señor permanezca en nosotros durante toda la semana; y así, poder trasladarle al hogar, al taller, a la escuela y al trabajo; mostrando a todo aquel que tenga hambre, el rostro misericordioso de Jesús.

Siempre deseosos de ser renovados con pan fresco en el día del Señor a través del estudio, la adoración, la exposición de su Palabra y el servicio; de tal manera que podamos estar capacitados para presentar a Jesús de una manera tan atractiva que otros quieran comerle también.

Permitamos a Dios estrenar una nueva vajilla y que Cristo sea dado a conocer a través de nosotros en este año nuevo.

«…Y para ser notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros…»   Romanos 9:23-24

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