-¿Se te antojan unos chiles en escabeche para completar la comida de hoy?
Me preguntó mi abuela después de desayunar….
-¡Claro! ¿Cómo los cocinas?
-No, no los voy a cocinar. Los vamos a ir a comprar al “Mercado sobre ruedas.”
Mi abuela tenía en mente cocinar para ese dia un caldo de pollo, una sopa de arroz, milanesas y frijoles refritos además de los chiles comprados en dicho mercado.
Para quien no esté familiarizado con el concepto de “Mercado sobre ruedas” o “tiangüis” (Del náhuatl tianquiztli. RAE) , le diré que en aquel tiempo (1986) eran un grupo de comerciantes bien organizados que poseían el debido permiso para ejercer el comercio en la vía pública . No, no se ubicaban donde ellos querían pues estaban supeditados a autoridades incorruptibles que habían estudiado cuidadosamente la estructura de la Ciudad de México de tal modo que los ubicaban donde menos estorbaran; o al menos eso es lo que nos decían.
Los vendedores o puesteros siempre tan atentos y conscientes de los ajetreos de la vida urbana y del placer que producen los días de asueto, comenzaban a armar sus carpas el sábado a las cuatro de la mañana haciendo el mínimo ruido y hablando en voz baja se ponían de acuerdo para no despertar a los que vivían en esa calle. Diré además que era un espacio que se prestaba para el regateo y en el que podías encontrar de todo; incluso cosas que no necesitabas. Desde la ropa de imitación hasta instrumental quirúrgico. Sin faltar por supuesto los cosméticos marca “patito” ; el que vende los repuestos para la licuadora y el que vende los shampoos rebajados con agua para tu propio bienestar. Ahora bien, los puestos no estaban ubicados por categorías de modo que podías encontrar el puesto del pollo al lado de que vendía llantas usadas, y el puesto de lencería junto al cazo del chicharrón.
Pues bien, para cuando mi abuelita estuvo lista para partir rumbo al mercado, me hizo la recomendación de no olvidar la bolsa para el mandado. A saber, una fina morraleta de ixtle -que por su suavidad- invitaba a purgar los pecados cuando te arañaba las piernas. Después de 10 minutos tratando de cerrar la puerta del zaguán nos encaminabamos hacia el mercado.
Hay un pequeño detalle que todavía no te he dicho y es que mi abuelita tenía alrededor de 80 años y había sufrido una caída un par de años atrás lo cual le había causado una fractura en la cadera que la obligaba a usar una andadera. Entonces, lo que normalmente a una persona joven le tomaba cinco minutos en llegar a la esquina de nuestra calle, a nosotros nos tomó 20. Para cuando llegamos a donde empezaba el mercado ya era medio dia. Creo nunca desee tanto tener el super poder de volar, o de mandar a volar a mi abuelita. Cuando al fin llegamos al mercado y cuando nos adentramos en él, ví que a dos puestos se encontraba una dama de aire triste que vendía bolsas de verduras ya picadas y listas para cocinar además de los chiles y nopales en escabeche.
Mi corazón se alegró porque al fin habíamos llegado.
-¡Mira, aquí estan los chiles abuelita!
-¡Aquí no se compran! ¡El puesto es el último porque estos no estan buenos!
No sé porque pero las mujeres tenemos esa idea que el último puesto, la última tienda, la fruta de hasta abajo….es siempre lo mejor. Mientras ibamos, mi abuelita me hizo saber que nadie cocinaba los chiles como doña Rufi quien además poseía el don de gentes. Su puesto era mas grande y tenían mucha clientela y en ocasiones hasta te daba “un pilón” (m. Méx. Añadidura RAE) .
Mi abuela me contó algo sobre el hijo de Rufi y unos nietos y del dia en que le escondió una porción de chiles y que mientras que a otros les decia que ya no había, a mi abuela le decia en voz baja “aquí le guarde sus chiles”, lo que me hizo pensar que mi abuelita ya la conocía bien; razón por la cual valía la pena ir hasta allá.
Y pues ahí nos tienes subiendo y bajando banquetas mientras que pantimedias suspendidas de color “ala de mosca” y “sangre pichón” nos acariciaban la cara. Sorteando perros, cables y baches llegamos al puesto de doña Rufi, tan solo para que ésta nos dijera en tono cortante que ya no habían chiles. Su respuesta dejó a mi abuelita en estado catatónico; desvariando y diciendo en voz baja frases incoherentes mientras que yo me dedicaba mas bien a la reflexión :¿Qué? ¿Cómo que ya no hay? ¿Así nada mas?¿ Esta señora sabrá el trabajo que nos costó llegar hasta aquí ? Hubiese querido que doña Rufi mostrara algo del don de gentes del que tanto me habló mi abuelita. Pero no fue asi y mas bien pareció no importarle y mirando para otro lado cerró la posibilidad de alguna conversación.
La travesía había sido inútil. Mientra regresabamos y volvía a encontrarme en el camino con las mismas personas que había cruzado en dirección contraria me hacia la siguiente pregunta ¿Qué hubiera pasado si en lugar de pensar como amas de casa hubieramos pensado como todo esposo que compra lo primero que ve apegandose tan solo a la lista que se le ha conferido y no a la calidad?¿Habríamos conocido a doña Angustias en lugar de doña Rufi y ahorita estuvieramos al menos -no comiendo, porque sería mucho pedir -pero si doblando la esquina?
Cuando pasamos por el puesto de doña Angustias mi abuela no los quiso comprar y me dijo que talvez dentro de ocho dias tendríamos mejor suerte.
El siguiente sábado le ofrecí a mi abuelita ir yo sola a comprar los chiles pese a los peligros que ofrecía la gran ciudad. Cuando llegué trate de hacerle plática a doña Rufi y le hice saber de quien era nieta pero me dí cuenta que ella no ubicaba a mi abuela y que el evento de los chiles apartados habría sido un hecho aislado. Me sentí desilucionada y después, un tanto enojada. Me hizo pensar en cuánto aprecio había desarrollado mi abuelita por ella por el simple hecho de haber obtenido alguna vez un gesto amable y al mismo tiempo pensar lo lejos que estaba la Rufina de siquiera imaginar los obstáculos que mi abuelita tenía que vencer para llegar hasta ella. Durante los siguientes fines de semana algo pasó. ¿Qué ? No sé. Tal vez mi abuelita llegó a la conclusión que no valía la pena ir hasta allá y simplemente dejó que doña Rufi se secara en el recuerdo al igual que sus chiles mientras que nos ahorrabamos pasos comprando con doña Angustias, quien por cierto con cada compra que le hacíamos, parecía recobrar la alegria y con un guiño nos hacia creer que había escondido la mejor porción de chiles para nosotras.
La escritura nos habla de una porción que ha sido reservada para nosotros en el cielo. En Apocalipsis 2: 17 se encuentra la promesa para todo el que venciere las dificultades: ser alimentados con el maná escondido.
¡Que promesa mas maravillosa!
Sin embargo ,en busqueda de lo mejor, lo placentero, lo que otros no saben o no tienen caminamos grandes distacias en esta vida buscando el alimento cotidiano para encontrar al final de nuestros dias tan solo desilusión. No nos damos cuenta que Dios siempre ha estado ahi, tan cerca, ofreciéndonos sus productos que nos darán vida. ¿Imaginas a Dios reservando algo especialmente para ti? Del mismo modo que una madre, una abuela, una amiga o la vendedora del mercado reservan esa comida que estas anhelando, Dios a escondido algo para ti.
El maná es el pan del cielo que Dios le dió al pueblo de Israel durante toda su peregrinación en el desierto. Sí, ese lugar en donde se pasan angustias y se experimenta la soledad; en donde encontrar sustento es casi un milagro. Ahí, Dios alimento a su pueblo y lo sacó adelante.
Durante estos dias que he estado un tanto ausente del blog he reflexionado en lo difícil que es la vida, en lo cruel que puede ser un ser amado, en los atropellos de los que somos parte y testigos todos los dias y en lo voluble que podemos llegar a ser los seres humanos. Todo esto deja en mí un deseo vivo de querer volar al cielo para reunirme con quien lo sabe todo de mí. Para reunirme con quien realmente me conoce desde que fui un embrión y que sabe lo que soy y no soy capaz de hacer. Con quien no subestima mis logros y para quien mi nombre y mi origen terrenal significan absolutamente nada porque todo lo habrá de hacer nuevo, incluso me dará un nuevo nombre tallado en alguna piedra preciosa que jamás nadie ha visto. Luego, me llamará cerca y en voz baja me dará lo que siempre he anhelado, lo que ha escondido desde la eternidad y para la eternidad. La carrera habrá acabado y las desilusiones también. Todo los esfuerzos por agradarle serán entonces recompensados.
¿No es eso lo que tu alma anhela?¿ Alguien que verdaderamente comprenda lo que eres y lo que has sacrificado?
Será el momento en el que la seguridad de que Dios suplirá todas nuestras necesidades se hará realidad pues tendremos una íntima comunión con Cristo quien ahora mismo es el maná enviado, descendido, incorruptible y escondido del mundo pero revelado al creyente. El es el maná que nos espera. Revelado solamente a todo aquel que se niega a sí mismo y busca el rostro no deseado, el rostro herido y humillado del Redentor.
“Si alguien tiene oídos, que ponga atención a lo que el Espíritu de Dios les dice a las Iglesias : A los que triunfen sobre las dificultades y sigan confiando en mí, les daré a comer del maná[a] escondido y les entregaré una piedra blanca. Sobre esa piedra está escrito un nuevo nombre, que nadie conoce. Solamente lo conocerán los que reciban la piedra.’” Apocalipsis 2:17 TLA